
Llevaba tiempo con ganas de probar una experiencia diferente con los niños, algo que nos sacara un poco de la rutina y nos permitiera disfrutar del viaje sin prisas, sin horarios, y con la libertad de parar donde quisiéramos. Y deseaba que fuera en autocaravana, ya que lo habíamos comentado muchas veces y nos hacía mucha ilusión.


Así que hablamos con Mario de la empresa Autocaravanas Omaia y, ¡nos lanzamos a la aventura!
Salimos desde El Prat, donde fuimos a recoger la autoaravana. Recuerdo perfectamente el momento de verla por primera vez: enorme, reluciente, con ese olor a nuevo y con un montón de detalles que la hacían súper acogedora. Era una autocaravana moderna, amplia y comodísima, con tres camas de matrimonio, una de ellas enorme, de 160 cm sobre los asientos del conductor, y todo perfectamente equipado. Cocina, baño, ducha, calefacción, luces LED cálidas, y un montón de pequeños detalles que hacen que te sientas como en casa.
Solo faltaba cargar nuestras mochilas, la comida para los primeros días y… ¡rumbo a La Garrotxa!
Salir de El Prat un viernes con los niños, mochilas, comida y juguetes ya es toda una aventura. Entre el tráfico, los coches, el ruido… poco nos costó desconectar mentalmente del ritmo de la rutina. Salimos de Barcelona y empezamos a ver las montañas a lo lejos, todos en la autocaravana empezamos a relajarnos.
Los niños miraban por la ventana emocionados, jugando y dibujando en la mesa, ya que esta es una de las grandes comodidades de ir en autocaravana. Lo que más me gustó de viajar así fue esa sensación de libertad total: sin depender de hoteles ni horarios, sin tener que hacer y deshacer maletas cada día. Todo lo que necesitábamos estaba dentro de nuestra casita con ruedas.
Nuestra primera parada fue Castellfollit de la Roca, uno de esos pueblos que parecen sacados de un cuento. Situado sobre un impresionante risco de basalto, tiene unas vistas espectaculares y un encanto medieval que enamora. Hicimos una parada rápida para poder ver el pueblo desde abajo ya que era impresionante.
Después de visitar Castellfollit, pusimos rumbo al Camping La Fageda, donde pasaríamos las dos siguientes noches. El trayecto hasta allí ya fue precioso, con carreteras rodeadas de bosque, el aire limpio y esa sensación de estar cada vez más lejos de todo lo que suena a ciudad.
El camping fue una de las grandes sorpresas del viaje. Es un sitio espectacular, muy natural, familiar y tranquilo, rodeado de árboles y con instalaciones muy cuidadas. Las parcelas son amplias, el ambiente es muy respetuoso y los niños enseguida encontraron otros pequeños con los que jugar.
Lo que más me gustó fue que todo está pensado para disfrutar en familia: zonas de juego, caminos para pasear, rutas muy fáciles para hacer con peques, y ese silencio tan agradable que solo encuentras cuando te despiertas en plena naturaleza.
Durante nuestra estancia, aprovechamos para dar un paseo por el bosque de La Fageda d’en Jordà, uno de los hayedos más bonitos de Cataluña. Estaba lleno de hojas caídas y… ¡de castañas! Los niños se lo pasaron en grande buscándolas, llenando bolsas y compitiendo por ver quién encontraba la más grande. Fue una actividad sencilla, pero de esas que se recuerdan siempre.
Por la tarde, el camping organizó una pequeña fiesta de Halloween, y fue divertidísimo ver a todos los niños disfrazados corriendo entre las caravanas y autocaravanas. Esos momentos en los que los ves disfrutar tanto hacen que todo el viaje merezca la pena.



El tercer día lo dedicamos a visitar uno de mis pueblos favoritos de la zona: Besalú. Si no has estado nunca, te lo recomiendo muchísimo. Es un pueblo medieval precioso, con su famoso puente de piedra sobre el río Fluvià, calles empedradas, tiendas artesanales y un ambiente que parece detenido en el tiempo.
Nosotros aparcamos la autocaravana en un parking justo al lado del río, que nos costó 12 € al día. Perfecto, tranquilo y muy cómodo para pasar la noche. Por la tarde paseamos por el pueblo, cruzamos el puente, compramos unas galletas artesanas y pasamos un rato largo junto al río tirando piedras al agua y observando los patos.
Dormir allí fue una experiencia preciosa: escuchar el murmullo del agua de fondo y despertarte con el canto de los pájaros no tiene precio.
Al día siguiente pusimos rumbo a Banyoles, donde habíamos oído que había una zona de parking gratuito ideal para autocaravanas junto al lago. Y sí, era cierto: un sitio perfecto para pasar la noche, muy tranquilo y rodeado de naturaleza.


El lago de Banyoles nos dejó sin palabras. Es un lugar precioso, muy fotogénico, rodeado de árboles, caminos para caminar y muchas zonas para sentarse a disfrutar del paisaje. Madrugamos para llegar allí a primera hora donde se ven aparecer los primeros rayos del sol, ya que es un verdadero lujo poder detenerte junto al lago para tomarte un buen café mientras observas el paisaje. Pasamos la mañana paseando, observando los peces y los patos.
Después de comer allí mismo en la autocaravana, dimos un último paseo y pusimos rumbo de vuelta a El Prat, con la sensación de haber vivido unos días mágicos.
Volver de un viaje así te hace darte cuenta de lo bonito que es viajar en familia a tu ritmo, sin prisas, sin horarios, disfrutando del camino tanto como del destino.
Para los niños fue una aventura desde el minuto uno: dormir en una cama «de arriba», cocinar todos juntos, observar por la ventana mientras íbamos en marcha… Todo es nuevo y emocionante para ellos.
Y para nosotros, como padres, fue una forma de desconectar completamente del día a día. Nos encantó poder levantarnos en plena naturaleza, desayunar con vistas al bosque y ver cómo los niños exploraban, jugaban y se divertían con cosas tan simples como recoger hojas o asar castañas.
Además, viajar en autocaravana te da una libertad enorme: puedes decidir sobre la marcha dónde dormir, cambiar de planes si algo no te apetece o si descubres un sitio bonito por el camino, y tener siempre contigo todo lo que necesitas.
La autocaravana era perfecta: espaciosa, cómoda, moderna y con todo tipo de detalles que hacen el viaje más fácil. Si estás pensando en probarlo, te animo muchísimo a hacerlo. No hace falta irte lejos para sentir que estás viviendo una aventura diferente.
Durante el viaje, además de los sitios donde dormimos nosotros, nos recomendaron otros lugares muy buenos para pasar la noche en autocaravana, todos en plena naturaleza y con vistas preciosas:
Nosotros no pudimos ir esta vez a la zona de los volcanes, pero la tenemos en nuestra lista para la próxima escapada. Dicen que es una experiencia única caminar por un antiguo cráter o ver los contrastes del paisaje desde los miradores. ¡Así que ya tenemos excusa para volver!
Estos cuatro días nos sirvieron para desconectar, reconectar y disfrutar en familia de una manera diferente. Volvimos cansados, sí, pero con la cabeza llena de recuerdos y con muchas ganas de repetir.








Si alguna vez has pensado en hacer un viaje en autocaravana con niños, te lo recomiendo al 100%. No hace falta planificarlo al milímetro ni recorrer miles de kilómetros. A veces, lo que más disfrutamos está a solo un par de horas de casa.
La Garrotxa nos ha enamorado con sus paisajes, su naturaleza y sus pueblos llenos de encanto. Y la autocaravana nos ha dado la libertad de vivirlo todo a nuestro ritmo, con la comodidad de sentirnos en casa allá donde estuviéramos.
Ya estamos soñando con la próxima ruta… quizá por la Costa Brava, o tal vez por los Pirineos. Pero lo que tengo claro es que repetiremos esta experiencia tan bonita de viajar en familia sobre ruedas.
DESCUENTO
Si quieres vivir la experiencia sobre ruedas, alquilando en autocaravanas Omaia y diciendo que vas de parte de Sara Abella os hará un descuento.